Las diferentes civilizaciones han tenido multitud de peculiaridades respecto al aseo e higiene corporal, así como los utensilios que se empleaban.
Los baños colectivos, al parecer, surgieron en la India, en la ciudad de Monhejo-Daro, hace unos 5.000 años.
El interés del mundo antiguo por el baño se relacionaba con la medicina, ya que durante muchos años fue símbolo de purificación por el apego al cuerpo. Incluso tuvo carácter religioso, llegando hasta bañar las estatuas de los dioses en la antigua Grecia.
Por ello, en algunos pueblos antiguos nació la costumbre de que la novia tomase un baño en una fuente para purificarse.
Se recomendaba el baño para curar enfermedades del cuerpo y del alma, incluso era visto como remedio natural contra las depresiones y contra enfermedades en general, como por ejemplo los baños de tierra para combatir la tuberculosis, los baños de heno contra el dolor de huesos o los baños de saliva como remedio contra las hemorroides.
Los baños egipcios se realizaban con aguas, aceites y perfumados ungüentos de los que tan solo los sacerdotes conocían la receta para su elaboración, ya que se pensaba que los ingredientes y las cantidades a emplear eran reveladas por el dios Thot.
Según las clases sociales, los baños eran de una forma u otra: algunos disponían de estanques centrales en su hogar que empleaban para sumergirse en sus aguas al atardecer, y como no existía el jabón, empleaban una hierba jabonera. Los mas pobres, debían conformarse con llenar con aguas unos baldes para echárselos por encima, o bañarse en el gran río. Hasta los más humildes se hacían friegas con arena para eliminar de sus cuerpos la sociedad.
Un caso aparte era el famoso baño de Cleopatra, que empleaba leche de burra y miel para llenar su bañera y sumergirse en ella.
Los griegos fueron los primeros en considerar que el baño y la natación ponían en forma el cuerpo humano. Fueron los primeros en hablar de modelar el cuerpo y de imagen personal, y en el siglo V a.C., fomentaron el gimnasio, entre cuyas dependencias figuró el baño.
El emperador romano Lucius Septimius Bassianus (188-217), creó en el siglo III las Termas de Caracalla. Unos baños con piscinas de agua caliente, templada o fría. Complejos edificios que contaban con baños de vapor, salas de masaje, salas de ejercicios atléticos, etc.
Los baños romanos eran de una gran sofisticación, y allá donde fueron llevaron la costumbre higiénica y deportiva del baño público, construyendo enormes piscinas e incluso pequeños lagos y estanques artificiales.
Con la caída del Imperio Romano, el uso del baño se perdió en gran parte, pero no desapareció.
En parte de Europa hubo casas de baño, y en la España musulmana estaba extendido su uso: las casas de la burguesía y de la nobleza mora y judía tenían aposentos destinados al aseo corporal.
Otra cosa era la Europa cristiana. El baño caliente fue visto por la Iglesia como un peligro para la castidad, ocasión de pecado, excitador de los sentidos, y se llegó incluso a recelar del contacto con el agua.