Antiguamente, la colocación de las prendas en el exterior de las viviendas tenía un propósito adicional al de su secado. La ropa de cama se extendía con intención de que mantuviera e incrementara su blancura gracias a la luz del sol.
Uno de los riesgos que con llevaba tender en el exterior eran los robos; los ladrones especializados en robar ropa blanca de cama y de vestir se apoderaban de la ropa que colgaba de los tendales. Estos ladrones llegaron a recibir el apelativo de ladrones de nieve.
Por ello comenzó a tenderse en el interior de las viviendas. Cuando se tendía en el interior lo normal era utilizar el soporte de madera que se colocaba delante de la chimenea para acelerar el proceso de secado. El caballete, era una estructura simple compuesta por dos o tres piezas que disponían de barras horizontales para apoyar las prendas y que estaban unidos entre sí con lona, cuerdas o tiras de cuero. Las hojas se extendían para disponer la ropa sobre ellas y se plegaban cuando no se utilizaban.
Con el paso de los años, se crearon también caballetes mas elegantes y pulidos que se colocaban en los dormitorios de las viviendas, que poco a poco, los niños los empezaron a usar en sus juegos convirtiéndolos en casas en las que refugiarse.
Hoy en día contamos con un sinfín de modelos de tendederos, ya sea de interior o de exterior, adaptándose a las necesidades de cada persona.
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